Hablar del amor es hablar también de la vida privada y de los ámbitos tanto públicos como privados donde nos conocemos, donde nos enamoramos. Espacios en que se ponen en juego las diferentes sociabilidades de la cultura popular y de la cultura de elites. Lugares que nos permiten pensar una poética de lo cotidiano, una historia de los afectos, de las sensaciones.
Desde la última etapa del Virreinato y hasta fines de siglo XIX, un lugar de encuentro frecuente para las elites fueron las “tertulias”.
El viajero Arséne Isabelle relata de esta forma su experiencia en uno de estos eventos sociales, en que la danza jugaba un rol importante:
"Para bailar [el minuet, la montonera o el cielito] se forman dos filas, de un lado las mujeres, del otro los hombres […] Avanzan unos hacia otros, por parejas […] y lo que es más interesante, puede uno darse el placer de oprimir en sus brazos, alternativamente, a todas esas bonitas mujeres y hasta hacerles declaraciones sin que se ofendan […] a lo más, dirán ingenuamente: ¡tiene dueño!".
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